Reunión Nacional de Carteles: "Lógicas colectivas del cartel", viernes 9 de junio
María Pía Marchese
"Sorprende que quienes se dedicaron a mostrarnos las sociedades de las abejas o las hormigas no se hayan ocupado más que de sus grupos, sus comunicaciones, sus jugueteos, su maravillosa pequeña inteligencia, y que ninguno haya acentuado que tanto un hormiguero como una colmena se centran enteramente en la realización de la relación sexual. Justamente, estas sociedades difieren de las nuestras en la medida en que asumen la forma de una fijeza donde se revela la no presencia del significante"
Jacques Lacan [1]
En el punto en que la formación del analista apunta a consentir con cierta imposibilidad lógica producto de la incidencia del significante, se distancia de otros tipos de formaciones que podemos llamar profesionales. En psicoanálisis, se trata más bien de que cada quién haga y avance en relación a su no querer saber nada de eso, a su propio inconsciente y los tropiezos en los que nos introduce el efecto del lenguaje sobre el cuerpo. El cartel como órgano de base de la Escuela no desconoce este principio sino que más bien lo propicia en su funcionamiento mismo. Suscita consentir con la falla en el saber -y por ello- posibilita producir un saber nuevo, un saber que no estaba allí de antemano y que no implica la repetición de saberes ya sabidos, sino que permite que algo inédito aparezca.
El cartel nos convoca a reunirnos en torno al agujero en el saber y las respuestas que cada quien ponga a jugar en torno a él, desde la heterogeneidad de quienes lo integran y las variantes que surjan allí. Si puede sostenerse un vacío, cada quién podrá avanzar en su relación al saber, un saber por supuesto no-todo, inacabado, individual pero que se produce a partir del intercambio colectivo. Un intercambio que se distancia del trabajo de la colmena o el hormiguero, al estar advertido de que "A medida que el lenguaje se hace más funcional, se vuelve impropio para la palabra, y de hacérsenos demasiado particular, pierde su función de lenguaje"[2].
Trabajo colectivo que otorga en el mejor de los casos la posibilidad de salir, mediante la transferencia, de un saber muerto que nada dice de quienes lo reproducen, poder captar un instante, una línea, un retazo que convoque; y eso conlleva, despierta, cierto entusiasmo. Permite así, pasar de un saber estático, acumulativo y que en cierto punto puede pensarse como mortificante en relación al sujeto que lo reproduce, a un saber vivo, que se funde en la falla constitutiva, que nada tiene que ver con sabios y eruditos; lo cual implica una transformación en el sujeto mismo que se encuentra involucrado en el proceso, no se sale indemne de esa experiencia.
Entonces ¿Qué nos proporciona un cartel? Yo diría que algo de cierta vitalidad. El autorizarse a asumir una posición dentro del pequeño grupo, a hablar y decir en relación a un rasgo propio, salir de la pasividad que nos conduce a una ensoñación automática y de poca exposición; a poder preguntarse, tomar la palabra, interrogar, discutir, dividirse, constituyéndose en el mejor de los casos en momentos de despertar en relación a los saberes automáticos, lo que dejará sin dudas, sus huellas.
Podemos pensar el cartel en los distintos momentos de formación de cada uno, se puede hacer una lectura de diferentes tiempos lógicos desde la experiencia misma en los carteles. Muchas veces abrochamientos que se producen en esos encuentros -los que han tenido ese estatuto- nos permiten pensar nuestra posición siempre acompasada de los movimientos en el propio análisis, la clínica, el control y en relación a la Escuela y su política. Este aspecto a mi parecer da cuenta de los efectos-de-formación que implica también el cartel en su función central en la Escuela. Podemos situar allí también entonces una lógica de-formación y deducir, circunscribir, nombrar, efectos. Se trata de un avanzar siempre contingente en relación al horror propio al saber, muchas veces disfrazado de amor al saber, que hace obstáculo y que puede situarse en ese trayecto en muchos casos. En algunos testimonios de AE podemos encontrar éstos trazos.
Por lo tanto, estudiamos en carteles, pero no sólo eso; una experiencia libidinal de formación se va trazando también allí, ligada a la contingencia, de un modo no lineal. Cada uno va escribiendo en torno a su relación a la causa analítica y al agujero, ya que sobre el amor y la muerte no hay nada fijo escrito, y cada quien deberá formular, bordear, cifrar, su respuesta singular.
"Cuando una formación exige la mutación psíquica, ella entraña un punto de fuga"[3], por lo tanto, lo que cuenta entonces, tiene más que ver con la contingencia y la causalidad que con una formación estándar, cada cual en su propio recorrido, sin perseguir ningún patrón ni modelo formativo. Aspecto que nos pone a distancia de los contenidos epistémicos, pero no, sin efectos en ese campo.
Como plantea Miller, la zona exterior de la formación -aquella llamada también exotérica- la cual no implica iniciación especial alguna y es común a cualquier tipo de formación profesional; entra en gravitación y tensión constante con la zona éxtima -la esotérica- la cual sólo es accesible a los iniciados; tensión, que puede llevar a una transformación inédita de lo aprehendido. Siguiendo estos desarrollos podemos plantear que lo que se juega entre un campo de la formación y el otro, puede posibilitar una topología -que si no se la tapona privilegiando una por encima de la otra- se sostiene el imposible que se juega entre formación también, terminable e interminable.
La Escuela se vale de sus dispositivos para sostener las relaciones que se dan en esos términos, sosteniendo el lugar de lo que no se sabe, de la falla en el saber, advertida de las defensas que la misma moviliza.
A partir del trabajo en la universidad, en sus distintas aristas: investigación, docencia, extensión, publicaciones, etc.; algo distinto puede ofrecerse en la transmisión cuando la posición de quién enuncia se sostiene en el punto de fuga en el saber. Un deseo que convoca, que conmueve y que traspasa la Escuela para extender su campo. Desde la intención a la extensión y retorno. No es lo mismo quien se posiciona en la universidad, o en otros discursos desde la Escuela, que desde el saber, la autoridad, el prestigio, etc., inscribiendo así una topología que sostiene el vacío inherente a la formación analítica y -por lo tanto- subvierte sus alcances.
En el cartel cada quien está a nombre propio y desde el comienzo en el acto de inscribirlo convoca a una enunciación a partir del rasgo. Es decir que desde su constitución misma la tensión colectiva-individual se encuentra en juego.
Cada integrante, tiene la ocasión de hacer "su propio retoque a la lengua que habla"[4], posibilitando un decir singular, vivo, y un consentimiento en relación al horror propio y aquello que implica una formación que no desconoce el imposible que la funda. No se trata de un inconsciente colectivo, sino de inconscientes particulares los que se encuentran implicados. De la elaboración colectiva a la producción individual entonces (nombre de nuestras próximas Jornadas Nacionales de Carteles), traccionada ésta última por una transferencia de trabajo que apuesta por la enunciación de sus integrantes, a un saber que no estaba allí de antemano y que nada tiene que ver con la comunicación.
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