María Marciani
La invitación a participar de un cartel fulgurante sobre la Noche del fantasma fue la oportunidad para alojar en ese dispositivo las resonancias no solo de los trabajos, sino también del animado debate posterior. Con esas resonancias y lo elaborado en el cartel con mis compañeros, se fue delineando mi rasgo respecto de la actualidad de la lógica del fantasma.
Paso entonces a contarles cuáles fueron las puntuaciones de los colegas y del público que me interrogaron y me permitieron situar la actualidad de lo que Lacan enseña en este Seminario.
Gustavo Moreno hizo una lectura en relación a la lógica que recorre el Seminario; extendió esta lectura del uso de la lógica para pensar la publicación de los Seminarios de Lacan destacando la importancia de la orientación de Miller al respecto. Remarcó, también, la necesidad del pasaje por los mojones de la primera enseñanza para abordar, sin fascinación, la última enseñanza. En relación a ese desarrollo Fabián Naparstek entró en la conversación con algunas preguntas que me interesa retomar. Por un lado, nos invitó a leer las razones por las que se publica este Seminario ahora y planteó una interrogación: ¿no aporta algo en sí misma esta primera enseñanza?
Diría que no cabe la menor duda de eso, pero entiendo que la pregunta apunta a desbaratar algunas ideas respecto a la ilusión de poder responder todo desde el final que se traduce erróneamente en que ciertos conceptos, por lo tanto, caerían en desuso. Tanto esta lectura como la de crear ciertos antagonismos entre una y otra enseñanza es otro de los deslizamientos que nos desorientan y hacen que se pierda lo fundamental: el modo en que Lacan va elaborando su enseñanza.
Se recordó también otro tema de gran interés, ya que tenemos mucho que aprender en ese plano respecto del modo en que Lacan lee la época y responde a las críticas que ha recibido desde los inicios psicoanálisis. Entiendo entonces que seguir su enseñanza implica poder leer los aportes en sí de cada Seminario, de cada vuelta que Lacan da, seguirlo en sus promesas, en los problemas que pretende abordar, en las soluciones que encuentra y en sus invenciones. Aprender de cómo se sirve de nuevos recursos para revisitar "las verdades primeras" y hacer avanzar al psicoanálisis en la eficacia de su práctica.
Me resultó, como siempre, muy orientador el comentario de Miller en Cómo terminan los análisis…, donde nos advierte de lo erróneo que puede ser no comprender el giro que Lacan da a su enseñanza en los últimos años de su vida: "Incluso se le oyó decir en una charla en Bruselas en esa época: 'El psicoanálisis es una estafa'. ¿Debe tomarse esta afirmación al pie de la letra?"[1]
No cabe duda que Lacan pretende subir la apuesta a los críticos más maliciosos y acerbos de nuestra disciplina, y así volverlos inútiles. Enunciados que hay que saber discernir y no repetir sin entender su dirección.
Para Lacan, no se trata de descartar, como Santo Tomás,[2] la obra de una vida, sino de comprometer a sus alumnos a no descansar en el saber adquirido. Despertar de todo dogmatismo y repensar de nuevo la Cosa freudiana hasta reinventar el psicoanálisis cada uno en la medida de sus posibilidades. Responder a los ataques externos y reinventar el psicoanálisis, dos desafíos para nuestra comunidad en los tiempos que corren.
Este Seminario es un ejemplo claro de cómo Lacan lee a Freud, recoge el guante para intentar ir más allá de la gramática freudiana del fantasma internándose en la promesa de una lógica.
En las primeras páginas, Lacan relata el efecto que tuvo en la comunidad analítica la invención del objeto a, dice que ha "suscitado temor y angustia en algunos" e incluso es interrogado acerca de la necesidad de esa invención a lo que responde que iba siendo hora ya, que "sin ese objeto a, resultan deficientes muchos de los análisis que se han hecho, tanto en el plano de la subjetividad cuanto en la historia y su interpretación", específicamente, sobre los llamados totalitarismos.
Dos perspectivas, en intención y en extensión, sobre el objeto a, ambas muy actuales.
En la intensión está claro que, en el intento de formalizar una lógica del fantasma, el objeto a, su invención, es fundamental, ya que es el lastre real que da valor lógico a la fórmula, y que hay que separar de su envoltura imaginaria, subrayando así que tiene la propiedad de vestirse de lo imaginario. Es un objeto dócil a lo imaginario que puede tener alguna relación con el sujeto dividido, es decir, con lo simbólico. El losange está en la fórmula como tercer término que opera mostrando la complejidad misma que implica la juntura de estos dos términos anteriores, de naturaleza muy diferentes, tanto que necesitará recursos heterogéneos para formalizar a cada uno de ellos; uno de los grandes temas de la relación de lo real con lo simbólico que hay que seguir en detalle en cada Seminario ya que, en principio, lo simbólico aparece como promesa de regulación siendo después, avanzada su enseñanza, el mal mismo en tanto introduce un goce mortificante si no consigue algún amarre.
Si la juntura de los dos elementos, que antes mencionaba, se logra, eso implica que el objeto a se ha localizado; se han resignificado por la operación falo los objetos pulsionales y el fantasma opera, entonces, como solución, como axioma que da consistencia al Otro, y funciona como marco que permite el armado mismo de la realidad-deseo.
Este hilo del objeto y su función de amarre en el fantasma tiene como contrapartida lo que muy bien desarrolló Mariana Gómez en su trabajo en torno a la vacilación; la salida, podríamos decir, de la casa, de la familiaridad del fantasma y la aparición de lo no familiar: la angustia, que no es ya angustia de castración.
Considero este punto un aporte fundamental del Seminario en torno a la clínica de la época donde vemos, en muchos casos, el fracaso del armado de esta solución, de este marco; y no solo en las psicosis desencadenadas o el autismo, sino en la clínica de las adicciones o en modo de presentaciones que vemos en la clínica con adolescentes, los estados depresivos, las diversas formas de autoagresiones o las violencias, por mencionar algunas. ¿Cómo llegar a las sutilezas que requiere la clínica actual para determinar si se cuenta o no con ese recurso sin entender qué sostiene esta lógica? ¿Cómo intervenir y dirigir una cura sin hacer esta diferencia?
Retomando la utilidad del objeto en relación al análisis de lo subjetivo, el otro punto fundamental es el que tomó en su desarrollo Silvia Salman y se trata de la construcción del fantasma en la experiencia analítica y su travesía; tema que implica también la doctrina del final de análisis y el pase en ese momento de la enseñanza pero que, sin embargo, es importante revisar con esta propuesta de Lacan en torno al objeto a. Ya que, no va de suyo que el atravesamiento del fantasma implique ir más allá del Todo fálico; punto indispensable para pensar los finales de análisis e incluso la posición del analista en tanto no-todo.
El objeto es uno de los términos que Lacan conserva en la última enseñanza –como también se señaló en la conversación– como plus de gozar en el encastre del nudo; es ahí donde se grafican de manera más clara los diferentes puntos de contacto, podríamos decir, distintas caras del objeto en relación al goce fálico, al sentido y al Otro goce, indagación que podría aportar al punto anterior pensando este concepto en perspectiva. También podríamos avanzar en dirección a la articulación del fantasma con el síntoma, pero quizás sea necesario detenernos, volver a revisar en este Seminario ciertas pistas o interrogaciones como las que formula Mariana Gómez sobre el final de su ponencia respecto de cómo asume el analista el lugar de "a" en su práctica.[3]
Por último, recordemos que Lacan hace un análisis del nazismo y su resurgimiento, en el Seminario 11, desde la perspectiva del objeto a y dice: "… hay pocos que no sucumben a la fascinación del sacrificio de intentar encontrar en el objeto de nuestro deseo, el testimonio de la presencia del deseo de ese Otro que llamo Dios oscuro".[4]
Lacan no se conforma con lo ya teorizado, nos invita a no dar por sabida la lección, no repite su argumento, lanza una interpelación que nos toca hoy muy de cerca.
Nos invita, entonces, tanto en la intensión, como en la extensión del psicoanálisis, a que hagamos como él, que lo secundamos, sin imitarlo.
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