Laura Seppi
La práctica del control para quien está en posición de analista en el tiempo de su propia cura, y se pregunta por su posición en relación al fantasma, es fundamental.
Vicente Palomera[1]
Nuestro cartel está atravesado por la noche del Directorio "La noche del fantasma"; en esta invitación encontré la ocasión para explorar algunas cuestiones que llamaron mi atención y quedaron resonando.
La trasmisión de Silvia Salman me provocó preguntas sobre la formación del analista, el fantasma y el control.
El dispositivo del control es llamado también supervisión o superaudición.
¿Qué sucede allí?
Lacan, en el Acto de fundación dice: "La formación del analista, como objetivo que justifica la existencia de una escuela de psicoanálisis, establece que: 'Desde el comienzo y en todo caso, un control calificado le será asegurado en ese marco al practicante en formación en nuestra escuela…'"[2]
Eric Laurent, en el texto "Su control y el nuestro", precisa que el análisis personal, el control y la enseñanza se encuentran entrelazados.
Quiero aclarar que mi rasgo está orientado del lado del practicante; en este punto, tomo lo que trasmite Miquel Bassols en una conversación clínica de ICdeBA donde dice que "de lo que se trata en un control o una supervisión es del caso mismo del practicante, si entendemos por caso lo que cae como un acontecimiento –como Einfall, en términos freudianos– de la experiencia, como aquel resto que no ha podido elaborarse en ella a causa de aquel punto ciego, que es, por otra parte, estructural. Conviene entonces un control, una segunda visión o, mejor, una segunda escucha de ese punto ciego para localizar lo real que en la experiencia ha producido, o no, un impasse…"[3]
Me pregunto entonces: ¿cuál es la relación entre fantasma y control?, ¿se controla el fantasma?, ¿pasa algo en el fantasma a partir de la supervisión?
Para elucidar e intentar una aproximación de respuestas a las preguntas que orientan el rasgo, tomo como puntos de apoyo viñetas de distintos AE.
Ram Mandil en su texto "Supervisión en análisis y después", refiere: "… diría que, durante el análisis en mi caso, la demanda de supervisión estuvo marcada más por la vertiente de la tyche, que la del automaton. Esta tyche tomaba la forma de una urgencia, visto retrospectivamente, puedo decir que se trataba de una demanda de supervisión orientada por el fantasma, por lo cual toda mi angustia estaba enmarcada en la perspectiva de lo que un pasaje al acto por parte del paciente, podría generar como consecuencia [...]. Las supervisiones por cierto me alivian de esa angustia, permitiendo distinguir lo que de ella provenía de mi fantasma…"[4]
Podemos ubicar allí un momento de su propia subjetivación, se pone especialmente en juego el propio fantasma, el espacio del control posibilita precisar que el obstáculo de lo que hay que rectificar en la posición del analista está en la intromisión de su fantasma. Para Ram Mandil, la dialéctica entre control y análisis fueron fundamentales. Es decir que lo que hace impasse en el acto analítico, permite al practicante un trabajo en su análisis.
En El lugar y el lazo, Miller afirma que "El control apunta al lazo del analista con el lugar, es decir que viene a verificar, en esta perspectiva, su grado de desubjetivación en la experiencia. ¿Estoy suficientemente desubjetivado como para poder jugar al úntoKEiMEvov, al soporte, al pedestal del otro?, ¿lo estoy tanto como para dividir al sujeto en mi paciente, o acaso el paciente se consolida, se cimenta cada vez más…?".[5]
Tomo una segunda viñeta del testimonio de Jorge Assef, "Deseo del analista. Pase y Escuela", ubicando este punto: "Se trataba de un caso que me inquietaba, un paciente que estaba a punto de recibirse de psicólogo, pero que se debatía entre dedicarse a su carrera o volver a trabajar en la empresa familiar. […]. Mientras relataba el caso, y escuchaba mi modo de presentarlo, me di cuenta de algo y lo digo en voz alta: 'Me parece que lo que me pasa con este caso es que yo pienso que este sujeto podría ser un gran psicoanalista, y entonces estoy en la misma posición que su padre'. La supervisora se para y me dice: '¡Bravo!, está clarísimo el obstáculo en dirección de la cura', el control terminó allí, pero cuando me despide en el marco de la puerta con una sonrisa me pregunta, '¿Y cuándo volvemos a ver al gran psicoanalista?' Esa simple pregunta en el marco de la puerta […] mediante el equívoco, produjo una operación que me hizo pasar del lado del practicante que va a controlar un caso, al lado de un analizante que se embrolla con su propio caso cuando está en posición de practicante".[6]
Hay una operación que se puede producir sobre el fantasma, vía el control, en algunos casos. Es lo que pienso, es una hipótesis.
Otra viñeta tomada de "El control de la práctica y el deseo del analista" de Gabriela Medin: "Recuerdo hace tiempo, un control en el que luego de exponer el punto que me preocupaba del caso y de la intervención que había hecho, el analista dijo: 'Está perdonada'. Quedé absolutamente desconcertada. Solo más tarde pude ver que estas palabras tocaban un punto crucial en mi análisis en aquel momento".[7]
Podemos precisar que la formación del analista se produce en las idas y vueltas del análisis al control.
Última viñeta de Graciela Brodsky, en "Efecto de un control": "El analista control escucha mi relato y después de un buen rato me dice: 'Usted quiere demasiado a ese paciente'; a partir de ese momento, la pregunta por la cual voy al control se desvanece y la que pasa a primer plano es: ¿qué me quiso decir con eso de que 'quiero demasiado a ese paciente…?'".[8]
Esta intervención del analista control, ¿toca algo del fantasma?
En Sutilezas analíticas, Miller se refiere a lo que conviene como afecto al analista, no es el entusiasmo, sino el desapego. Lo cito: "… hay diferentes momentos de un control, pero cuando se descubre en un analista un 'me gustas' demasiado grande experimentado por un paciente, ese es en general el índice de una dificultad…"[9]
Retomando las preguntas desde las cuales partí, ubicar estos momentos lógicos singulares del control en los testimonios de los AE en el tiempo de su propia cura, me aproxima una respuesta posible, por ahora.
El control puede producir por un instante una chispa, una incidencia, una ocurrencia, una escansión, pescar algo de lo fantasmático incluso sus restos e ir contra ellos.
Mauricio Tarrab lo dice divino: "… un equilibrista, siempre en riesgo de caer en las fauces de su propio fantasma, extrayendo de ese tropiezo un goce inapropiado a la dignidad de su acto".[10]
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