4 Más uno

NUEVA SERIE #4

Por qué el cartel

Beatriz Udenio

Me gusta el trabajo de cartel, lo disfruto. Ese lazo que se establece por un tiempo acotado, que permite un trabajo entre unos pocos, donde cada quien, en ese lapso, despliega una perspectiva sobre un tema, decanta algunas ideas, las comparte, y… se suelta. Hay una intimidad, una complicidad en ese tiempo de trabajo que, de alguna manera, nos remite al sutil marco en el que se sostiene la experiencia analítica.

El término "sutil" se me impuso al momento de elegir, en la prisa de su inscripción, mi rasgo en un cartel: La sutileza del discurso analítico[1]. Involucraba cierta certidumbre anticipada vuelta interrogación, ninguna prisa conclusiva. Apertura. ¿Acaso no es así como pensamos la puesta en función del discurso analítico en el ejercicio de nuestra práctica? En ambos, un no saber y la posible apertura de un querer saber, animándonos.

El mundo, las instituciones analíticas y la Escuela

En su curso Sutilezas analíticas[2] J.-A. Miller sitúa de entrada que debemos remar mucho y firmemente para evitar que el psicoanálisis y su práctica sean arrastrados tras el movimiento del mundo. Hace así un retorno a ese deseo inédito que el psicoanálisis revela y a un incurable que se hace pivote de nuestro quehacer.

Es apuntando a ello que Lacan consideró la creación de una Escuela, y colocó en su base al cartel. Mirando el movimiento del mundo y el movimiento de las instituciones analíticas. Pensando un modo de lazo que, anticipando sus cuatro discursos, situaría allí ese discurso subversivo, in-conveniente, no universal, pero potente en su alcance.

El año pasado, durante las Noches que el Consejo[3] propuso sobre el efecto-de-formación, varias intervenciones se refirieron a sus experiencias en el trabajo de cartel, como participando de esos efectos.

Enfrascada en el trabajo en varios carteles, me interesé cada vez más en captar qué era eso tan peculiar que, con frecuencia, aunque no siempre, ocurría: que ese lazo que allí se instituye, en esa proximidad, posibilita en ese tiempo y en ese lugar una labor de gran compromiso y colaboración entre sí. Y quien soporte el lugar del agente de ese trabajo, el más-uno, lo hace desde una relación con un deseo, vuelto provocación -en los términos en que Miller lo introduce[4]- y de la mano de lo irreductible al saber que, bien entendido, es la causa que nos provoca a seguir… aún. Esto involucra un movimiento, muy peculiar, que se soporta, fundamentalmente, en la noción de borde, constituyendo de este modo un tópos (lugar, en griego), una topología crucial para pensar el movimiento en la Escuela.

El cartel, un pequeño grupo, que no hace grupo

En esta línea, en la Noche de Carteles de agosto de 2022[5] el debate me llevó a pensar en el valor de la diversidad que se mueve al trabajar en carteles. Volví entonces a la letra del "Acto de fundación" de Lacan del 64, deteniéndome nuevamente en su idea sobre la producción en el interior de ese pequeño grupo y su valor. Recordé muy vivamente dos textos de Miller que datan del año 94, publicados en El Caldero de la Escuela[6], en diciembre de 1994, que tradujimos junto con Graciela Esperanza, en los tiempos en que esa revista estaba bajo mi responsabilidad.

Estoy segura que muchos tienen presente estos textos. Cada tanto, volvemos a esas referencias, y ponemos la lupa en otro lugar. Veamos lo que allí resalta.

Miller se muestra preocupado por lo que en ese momento devino el trabajo de la Escuela de la Causa freudiana y la función del cartel. Se pregunta si se le podrá restituir al cartel la función que Lacan le asignó 30 años antes, en 1964, donde el trabajo de Escuela pasaba por el cartel. No por los seminarios, ni cursos, ni conferencias, ni coloquios. Era una época de anhelada expansión del psicoanálisis en Francia, por vías de las ACF (Asociación de la Causa freudiana). Sin embargo, indicaba que si la Escuela quería permanecer como más-uno de esa red de extensión, precisaba ceñirse a sus propias tareas, reinventar su diferencia: la de ser un organismo conforme con el discurso analítico, lo que implica proteger el espacio central libre para el "trabajo de la Escuela" en esos pequeños grupos.

Veamos esto. El trabajo de la Escuela sostenido en múltiples pequeños grupos donde además de cuidar las producciones, se constituyera en un refugio, un lugar amable donde disfrutar de la disputatio, y repensar con estos otros. Su valor eminente estaba allí, no tanto en la publicación, o la difusión, o la exposición de esos trabajos.

Me gustó retornar sobre esto, justo cuando el crecimiento de los carteles nos coloca ante la posibilidad de volver a la sutileza de lo que allí se cocina, en cada uno. Sin forjar una oposición entre los medios que permiten dar mayor alcance a esas elaboraciones, destacar ese encuentro privilegiado en el cartel que Miller destaca del modo en que Lacan imaginaba una Escuela que evitara el aplanamiento, que pudiera contrarrestar los fenómenos de grupo amplificados.

Se trata de que cada juntada en un cartel -donde se atesora eso que allí logra hacerse, deshacerse, y concluir en pequeña escala- consolida una lógica colectiva donde el ejercicio del no-todo, del remolino, del despegue, y de la diversidad renovada, se hacen órgano de base, tomando fundamento en el discurso analítico, involucrando efectos-de-formación.

Los carteles y una formación

Vuelvo a los carteles que tengo la suerte de integrar. Cada cartel y cada integrante de cada uno de ellos, es único. La diversidad florece allí. Es también de donde me fueron trabajando estas ideas, en sus idas y vueltas. Del torbellino de cada tema, del despliegue de contradicciones, de la perseverancia de cada cartelizante en una idea o en una crítica, de los avances y retrocesos que cada quien va haciendo en ese trabajo. Y de la posibilidad que me brindaron de sumarme a esa "organización circular […] marcada desde el ángulo de una cierta igualdad […] [en la cual] nadie es mejor que el otro", como indica Miller en esos textos. El cartel, sin didactas ni pandilla, igual que el pase -otro órgano de base, torbellino, lacaniano.

Mientras me encontraba escribiendo estas líneas, tuve un sueño: me encontraba con unos y otros, integrantes de los carteles, miembros o no de la Escuela, en un tópos difícilmente representable euclidianamente, y conversábamos animadamente sobre estos textos de Miller.

Me desperté sonriendo. Lo consideré una constatación de que no hay efecto-de-formación sin mutación subjetiva[7]. Este movimiento de carteles participó, de pleno derecho, en su formación -con la equivocidad que conlleva.

NOTAS

  1. Cartel de miembros homologados en 2022: Tema: "Habitar una Escuela topológica", cartelizantes: Lucía Benchimol, Micaela Parici, Fernando Pomba, Dalila Yurevich, Beatriz Udenio (más-uno).
  2. Miller, J.-A. (2008-09) Sutilezas analíticas. Bs. As., Paidós, 2011, p. 13.
  3. Noche del Consejo: "No hay formación del analista sin mutación subjetiva", 27 de mayo 2021. Presentaron: Graciela Martínez, Marisa Morao, Silvia Puigpinós y Mariana Schwartzman
  4. Miller, J.-A. (1986) "Cinco variaciones sobre el tema de la «elaboración provocada»", disponible en: https://cuatromasunoeol.com/sv/referencias.cinco-variaciones-sobre-el-tema
  5. Noche de Carteles de la EOL: "Marcas del más-uno", 11 de agosto de 2022. Presentaron: Gabriela Grinbaum, Pía Liberati, Blanca Sánchez y Nieves Soria.
  6. Miller J.-A. (1994) "El cartel en el mundo", y "La Escuela al revés", El Caldero de la Escuela, n. 28. Bs. As., EOL, pp. 33-39.
  7. Miller, J.-A. (2001) "Para introducir el efecto-de-formación", disponible en: https://elp.org.es/para-introducir-el-efecto-de/