Secretaría de Carteles: ¿Cuál es el aporte distintivo que podría tener el cartel en la investigación y formación en el ámbito hospitalario?

Paula Suárez López: Al tiempo de incorporarme al dispositivo del Plan Federal de orientación y apoyo en la urgencia de Salud mental[1] comenzaron a surgir preguntas de mi práctica ejercida allí. Constaté que esto les ocurría a varios de mis compañeros. De este modo, surgió la idea de armar un cartel. En él se propuso un proyecto común de trabajo alrededor del tema de la urgencia y cada uno formuló su propio rasgo. Aquí una paradoja, lo grupal del cartel pero la soledad en la producción singular.

La formación e investigación en el ámbito hospitalario suelen tener un formato de transmisión ligado al estilo universitario. El cartel como lugar de producción de saber, tiene una lógica diferente. Aporta a los problemas clínicos de los tratamientos en la institución una lectura psicoanalítica del malestar de la época. No se trata de desplegar un saber puro y acabado sino de poner a trabajar el propio agujero de saber. Lo que enseña la experiencia del cartel es que siempre queda un resto. Aun cuando se termina un trabajo lo que se da a conocer es un estado de trabajo.

S.C.: ¿Puede ser el cartel un modo de tratamiento del malestar institucional?

P. S. L.: El cartel pone a trabajar lo que no anda y en este punto puede ser un modo de tratamiento del malestar institucional. Va en busca de nuevas respuestas y de una elaboración de saber para abordar la crudeza con la que a veces se presenta la demanda hospitalaria.

Poner a trabajar el malestar junto con otros es también un modo de hacer red frente al real que aparece en las guardias. Formar parte de un cartel que se inscribe en la EOL, muestra un lazo con la Escuela y con los participantes, lazos diferentes a los que producen identificaciones masificantes.

El que participa en un cartel, participa de esa conversación con la que se construye la vigencia del psicoanálisis lacaniano y tiene la oportunidad de ser parte de eso, allí, haciendo valer su propia enunciación[2].

Por último, quisiera retomar lo planteado por M. Tarrab con relación a las diferencias que puedan surgir en esta conversación, la que requiere consentir la pertenencia a un marco "que admita los desacuerdos, la disputa, aún las diferencias irreconciliables, salvo que sean diferencias al nivel de la ética… tolerar la incomodidad de lo heterogéneo, que se obtiene al reconocer lo que no se sabe del psicoanálisis mismo"[3].