Sabemos con Freud y con Lacan que sexualidad y muerte no tienen su representación en el inconsciente y este efecto impacta en el cuerpo. Más bien habría incorporación de ese agujero. Hay un imposible de la relación entre el cuerpo y el lenguaje, lo imposible de una
proporción sexual. Lacan destaca esta imposibilidad y su invención fue nombrar lo real allí y causar al trabajo para la práctica del psicoanálisis. Detectó y colocó en el corazón de la dialéctica del sujeto hablante los fracasos de lo cuantificable, lo observable, las conductas que se automatizan y por los cuales surge el psicoanálisis, eleva así a la dignidad del síntoma el corazón donde palpita el goce.
El fracaso del que se habla es cuando el deseo abre a la diferencia entre lo que se espera y adviene, porque el deseo rompe con la repetición y la sindicalización de un saber que empuja al progreso del mismo.
En el texto de referencia, “Los carteles y la Escuela”, J. Aramburu dice claramente varias cuestiones, pero en este punto enfatiza dos: una que el cartel es un lazo social, otra que este lazo permite la producción de un saber no acabado, el de cada uno con los otros y el encuentro con la palabra contingente.
Usaremos esta matriz para poder leer por qué Lacan ubica al cartel en el origen de una Escuela y un medio de trabajo en ella.
Diana Wolodarsky escribe que: “El cartel es una experiencia de interrogación al saber (…) Construir un saber sobre lo que no se sabe, mantener abierto el agujero de saber sin saturar, es algo a soportar cuando se pasa por el dispositivo del cartel”[1] y en tanto tal, “debería interesar también extraer de ella las razones del por qué se trata de construir un saber sobre lo que no se sabe”[2]. Esta elaboración se produce en posición analizante, saber soportar el punto al que arriba cada uno y sostener los interrogantes.
Incorporar lo que agujerea en cada uno y cava el vacío es lo que refresca, vitaliza y por donde puede respirar lo que hace base en el lazo social. Es soportar el rasgo de cada uno que lo interroga y le da apertura para que otros hagan tensión en esa elaboración.
En el “Acto de fundación” Lacan define al cartel como órgano de base de la Escuela. Su base es la participación de cada uno que lo integra. Es un pequeño grupo, pero su lazo es uno por uno, no es una sumatoria en una totalidad, sino que uno descompleta al otro. Es un lazo fundado en la hiancia, en un “entre uno y uno” como así también respecto del más–uno, que como su nombre lo indica es uno en más, o sea, un uno que provoca un entre los otros unos que conforman el cartel.
Es por esto mismo que no es la solidificación en una identificación grupal. El lazo en el cartel es tejido que hace base a partir de su conformación.
El modo de producción, de elaboración del saber en cada uno enlazados a los otros miembros del cartel está al servicio de provocar una marca singular de interrogación para investigar. En este mismo movimiento se descompleta por la presencia de un más-uno.
Podemos decir que aquí menos, es más, su función es la de restar la compulsión a cerrar a favor de sostener uno por uno para que se instale la apertura al enigma.
A la vez el cartel mismo funciona y se desliza en ese modo de trabajo sobre la “base orgánica” por donde respira lo no sabido.
Este funcionamiento hace de partenaire-Escuela. Este movimiento en el interior del cartel funciona como una banda moebiana en los lazos libidinales en el interior de la misma.
Si es la base en ella, es porque la estructura del cartel ya es un pequeño grupo que hace alianza y teje el discurso analítico sobre los que se funda una Escuela.
La base de la Escuela es un agujero central por el cual cada uno puede decir cómo sostiene la función de analista. Es la base misma de la práctica en torno a un real que es imposible establecerlo como uno solo, es el encuentro con la palabra del otro y los efectos de ella en cada uno. Pero este lazo genera un discurso muy particular que es el analítico. Su peculiaridad es que la causa del psicoanálisis señala singularidades.
Hay quienes forman parte del cartel, pero no realizan una práctica del psicoanálisis, hay aquí también un lazo moebiano, pues en tanto la Escuela puede servirse del aporte de otros discursos como también puede operar como refugio frente al malestar en la civilización: ¿Cuál es ese malestar? El empuje al valor de cambio, al valor de obtener solo un producto que tapone la verdad de cada uno que habla y pueda dignificar su dimensión de sujeto de deseo.
En este sentido propongo al cartel como partenaire de la Escuela que va en la línea de lo que explicita M. Tarrab en su texto: “…hay aquí una nueva novedad: ese saber que el psicoanálisis produce no está listo, no está preparado, no se trata de un saber que hay que aprender, no se trata de descubrirlo, se trata de inventarlo. Esa es la novedad”[3].
No hay un progreso en el saber, (en la revista Escabel, n. 3 hay una guía de lectura estupenda para poder articular con este tema) el cartel tiene como base hacer posible una invención en cada uno sobre un vacío central que hace que cada sujeto esté en relación a él. Es en este sentido que las jornadas de Carteles lleva como título: “Carteles: movimiento de Escuela”. Cada Jornada es un encuentro con el lema lacaniano de la “Proposición del 9 de octubre”: “…no autoriza en modo alguno al psicoanalista a contentarse con saber que no sabe nada, porque lo que está en juego es lo que él tiene que saber”[4]. Lo que tiene que saber, es cómo hacer pasar cada singular modo de decir sobre lo que causa un deseo. En esta premisa el discurso analítico arraiga sus raíces.
Lacan enuncia: “Hay el psicoanálisis y hay la Escuela […] A distinguir en esto que la Escuela se presenta como una persona moral, es decir, como cualquier otro cuerpo sostenido por personas, físicas ellas, y bien presentes. El psicoanálisis, en cambio, es función del orden del sujeto, el cual demuestra depender del objeto que, a ese sujeto, lo re-divide”[5].
“Lo que pone en tela de juicio en la proposición del 9 de octubre de 1967 es saber si el psicoanálisis está hecho para la Escuela o bien la Escuela para el psicoanálisis”[6]. Me gusta pensar la Escuela, a partir de este escrito de Lacan, como lo que hace cuerpo al discurso analítico, habrá que ver de qué cuerpo se trata… Tema a investigar… ¿Sería un cuerpo hablante, en singular, pero entre varios cuerpos hablantes…? El cartel ¿podría funcionar como cuerpo hablante cada uno inscripto en una Escuela? ¿La Escuela funcionaría como más.uno causando a la producción de un discurso en el que circula en ella? El trabajo es abrir el campo instaurado por Freud, “...restaurar el filo cortante de la verdad, llevar, dice Miller la praxis original que instituyo con el nombre de psicoanálisis al deber que le corresponde en nuestro mundo; que mediante critica asidua, denuncie en él las desviaciones y las concesiones que amortizan su progreso al degradar su empleo”[7]. Es un movimiento permanente de reconquista, de recomienzo y aquí radica lo inédito, en tanto experiencia analizante y contingente cada vez.
Si el discurso analítico es el lazo social determinado por la práctica de un análisis, se trata de enfrentarse a lo que el discurso condiciona y trabaja. Practicar para enfrentarse a un saber que sustenta su construcción por retazos, por agujeros de lo imposible de simbolizar, de lo que es inherente a la condición de la práctica del Cartel en su producción.
El saber no se satisface a sí mismo, sino que es el medio cuyo instrumento es el trabajo mismo vía la transferencia en producción.
Es lo que hace corte a la identificación de una satisfacción en un saber y hacer unificado, es hacer frente a lo jerárquico y dejarse orientar en torno a un saber por venir para trasmitir mediante la “transferencia de trabajo”.
El saber no es el fin, el cartel y su producción es una elaboración que no es un fin en sí mismo, sino el medio por lo cual se trabaja en una inscripción de Escuela y hacer producir a la Escuela misma en ese devenir.
Cada cartelizante toma posición por la provocación a la producción de ese trabajo que causa un más –uno y que introduce la positivización en ese agujero en el saber.
Françoise Jullien en Tratado de la eficacia examina del pensamiento chino la noción de efecto, lo diferencia del pensamiento científico occidental. En aquel el valor de la eficacia, dimana de un proceso, en un devenir habitado por un vacío y llevado a producirse, no es forzado, no hunde, no codifica, no es un fin en sí mismo, se lo mide por las consecuencias que provengan del efecto mismo.
La producción es: efecto de trabajo enlazado por transferencia a un más-uno que también produce y causa el movimiento en los otros. Lo anima la pasión por la ignorancia y en ese mismo movimiento se enlaza a su propia producción.
Al más-uno, dice Miller le corresponde insertar el efecto sujeto en el cartel[8], es en este sentido que el cartel es el órgano de base de la Escuela, nombrada en tanto Escuela sujeto, es lo que este efecto sujeto hace cuerpo de Escuela.
En ese mismo texto aclara el término más-uno con el de menos -uno: “el más-uno no se añade al cartel más que descompletándolo, debe contarse ahí y no hacer más función que la de la falta”[9]. Es contarse en la cuenta en menos del que reina en el marco del saber.
La función del que se presta al más-uno es hacer de tal modo que cada miembro del cartel tenga su propio rasgo para no constituirse en sabios o didactas.
La Escuela hace uso del cartel en un dispositivo para investigar, para trabajar y alojar los hallazgos de un no saber fundamental referido al pasaje de analizante a analista. Es tan importante su modo de funcionamiento que queda como instrumento para elaborar enseñanzas respecto del pase, del pasaje del pasante a ser nombrado AE y lo que cada AE pueda decir de lo que implicó ese pasaje, y así contribuir para hacer avanzar el psicoanálisis y alojar a la vez tanto lo nuevo en el decir, como en un modo de decir nuevo.
Es la vertiente del cartel clínico como instrumento para la enseñanza sobre lo real en juego y reducir lo imposible de lo real y así pasar a un decir singular y recomenzar.
La producción nueva para uno, al transmitirse puede resonar en un punto inédito para otro, aunque también lo que es nuevo para uno, no cumple la función de un saber inédito para otro u otros.
Se disfruta de la experiencia de trabajo compartido, de ese encuentro que hace existir el trabajo como una experiencia en sí misma.
Los esperamos en las Jornadas de carteles para experimentar las distintas contingencias en la producción. Este año hubo una apuesta y ella es que los secretarios y responsables de carteles hayan formado un cartel para que en acto haya un modo de funcionamiento que porta su verdad en ese modo de producir.
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