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NUEVA SERIE #2

El cartel en tiempos de pandemia

Maite Russi, Miembro de la NEL-AMP

Directora de carteles de la Nueva Escuela Lacaniana (NEL)

Los tiempos de la contemporaneidad son acelerados, nos empujan a la inmediatez, a las respuestas rápidas que colman la incertidumbre que, aunque siempre fallidas, lucen completas.

¿De qué tiempos hablamos, cómo son los tiempos en el cartel?

El cartel se presenta como un dispositivo con un ritmo propio, fuera del ritmo que nos impone el discurso del amo.

Se usa el significante tiempo en muchos discursos, por ejemplo, cuando hablamos de la música, tenemos el tiempo que marca el ritmo o cuando hablamos de la fotografía tenemos el tiempo que marca los golpes de luz que define la imagen. Se hace interesante tomar estas aproximaciones, que como en la música acompaña las mejores improvisaciones, y en la fotografía las imágenes irrepetibles.

Cuando pensamos en la lógica de la cámara fotográfica, nos aproximamos a aquello que no es posible ver, aquello del orden de lo real que una y otra vez se vela. Hoy día la fotografía se ha convertido en un sin fin de imágenes, ante las cámaras automáticas que repiten registros "perfectos" que ajustan los tiempos de luz para repetir las mismas imágenes. Imágenes que dejan de decir, que velan el agujero, que se convierten en ruidos repetidos, versiones comunes, que banalizan lo singular, que silencian lo nuevo.

Pensar el uso de la cámara manual vs la cámara automática, que los ajustes están intervenidos por un sujeto, que apuntan a revelar y no a velar. Se varían los tiempos, con el tiempo de exposición se hace el corte del obturador, más breve o más extenso, siempre singular a la mirada de cada fotógrafo. Se marca un tiempo para ver, otro para comprender y un tiempo para concluir. Finalmente hay una imagen, una escena única e irrepetible, que pretende bordear lo real aun sin saberlo. Esa imagen tiene punctum como diría Roland Barthes. [1]

Tiempos de pandemia, tiempos de cartel. Tiempos de tensión que pretenden volver a lo establecido. Todos angustiados, todos en lo mismo. Tiempos virtuales exacerbados. Más ofertas que demandas, se movilizan las transferencias, las fronteras se extienden, los seminarios ya no son solo en cada lugar, se generan nuevos lazos a gran velocidad, sin embargo, anónimos muchas veces, un cuadrito más del Zoom. Surge la tensión entre la posibilidad de poner a circular el discurso analítico y alojar el no todo.

En ese contexto, surge la pregunta sobre los usos del cartel y estos tiempos.

De estos nuevos lazos, de la contingencia pequeños grupos se han conformado. Podemos apreciar que la entrada a un cartel implica un cambio de ritmo, una pausa al empuje del torbellino del día a día, se apunta a lo que causa a cada uno de los que se juntan, con tiempos singulares apostando a la transferencia de trabajo. Es un recorrido solos, pero no sin otros. La lógica del cartel, que se sostiene en pequeños grupos, se ocupa justamente de eso que no se mide, que falta o sobresale. Es decir, es una invitación al trabajo desde la lógica del no todo, permitiendo así la invención, hacer con lo que cada uno no tiene, un recorrido en torno al agujero, al vacío, haciendo legible lo imposible de decir.

Pensar el dispositivo del cartel con una lógica capaz de captar el resto de lo obvio, para devolverlo al centro de la Escuela y ponerlo al trabajo, apunta a su vigencia.

El cartel mantiene su vigencia, mientras se actualiza y se somete a la revisión constante, sin garantía. Dando cuenta de su uso clínico, epistémico y político que produce efectos de formación.

No reduciría el cartel a una coyuntura histórica, sino a un dispositivo capaz de leer las crisis, que lejos de engrosar lo imaginario tiene una razón muy específica de ser que funciona para juntarse y separarse una vez alcanzado un producto propio. Que sigue invitando a analistas y no analistas a comprometerse con la Escuela, que se aleja de lo establecido, que apunta a una invención, a una enunciación, a algo de lo nuevo, uno por uno. Manteniendo la mínima tensión necesaria que incomode lo suficiente para renovarse, perturbando lo que fija, descontemplando lo establecido.

Los tiempos del cartel preserva la enunciación, la mirada de cada uno, y esto no es más que el reverso de los tiempos en pandemia.

NOTAS

  1. Barthes, R., Cámara lúcida, Buenos Aires, Paidós, 1989.