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NUEVA SERIE #2

La nominación por el cartel del pase: índice, rasgón y nudo

Elena Levy Yeyati, agosto 2021

"Miren: a mi mano derecha le falta el índice. Miren:
por este desgarrón de la capa se ve en mi estómago un tatuaje bermejo…".
Jorge Luis Borges

"[…] puesto que por otra parte he planteado que es
del no-todo de donde surge el analista".
Jacques Lacan

I

Me sometí a la prueba del pase al dar por terminada mi experiencia de análisis. Nada me obligaba. Estaba muy segura de cómo situar síntoma, fantasma y su travesía bajo transferencia. Quería dar testimonio y tratar, mediante el dispositivo, los problemáticos restos transferenciales. Pero, al ser nominada Analista de la Escuela, se produjo algo del orden de un rasgón que no había calculado. No lo reconocí inmediatamente, hizo falta tiempo e interlocución con la comunidad analítica. Estoy convencida que ese rasgón provino de algo que se enganchó con el cartel del pase. Sin embargo, su índice, sus indicios, los percibía cuando, luego de exponer algunos testimonios, la comunidad analítica mostraba una respuesta lacónica. Parecían esperar algo más, tal como muchas veces experimentaba en análisis luego de hacer una exposición pública. Así, el desgarro, la pregunta que articulaba, quedaba velado: lo interpretaba como la objeción a un fantasma de seducción.

II

Se pone demasiado el acento en el encuentro entre pasante y pasador, se dice que el pasador es el pase. Pero así se olvida la función y la existencia del cartel del pase, especie de jurado secreto, que introduce un rasgón en la confianza con que el pasante se dirige a los pasadores. Si el analista es infiel a su analizante con el psicoanálisis, el pasador lo es al pasante con el cartel. Luego de su reunión con el cartel del pase, una de las pasadoras volvió a entrevistarme. Su demanda apuntaba a lo materno que permanecía bastante en silencio. Pensé que se trataba de dar información, respondí y seguí durmiendo. En mi primer testimonio narré el mismo caso que conté a los pasadores, sin ahondar en aquello tan silente. Cierto laconismo en la respuesta de la Escuela me hizo preguntar por el deseo del cartel que me nominó. Imaginé ese cartel como a una secta borgiana imposible de seducir: gente del secreto que, mediante la sugestión, las astucias o los manejos, disimulaban lo azaroso de sus decisiones. Empezaba a creer que la apuesta del cartel, esta vez, se inclinó demasiado al azar, lo que aminoraba las virtudes de mi nominación.

III

La señal de angustia articulada al enigma del deseo del Otro me hizo analizar mejor la segunda visita a la pasadora: ahí había habido un desgarro a propósito del caso que transmití, provocado por la deliberación de los pasadores con el cartel del pase. Concedí al asunto el valor de una interpelación desafiante. Volví sobre lo materno. Eso que de lo que no hablaba, porque no sabía (qué) decir, era delicadamente singular, no podía buscarlo en los libros. Al final del ultrapase di forma al nudo que terminaría con mi perplejidad y que giraba en torno al significante del Otro tachado. Lo silente, el silencio, apuntaba al lugar de la transmisión de la madre y de su asociación con la muerte. Lugar de una posición de enunciación que no converge en la seducción fálica del saber. El rasgón se producía porque ¿cómo hablar de lo que no se puede decir? En los últimos testimonios he intentado escribir este nudo.