4 Más uno

NUEVA SERIE #1

¿Para qué el cartel?

Guillermo Cavallero

En principio quería agradecer a la Comisión Organizadora y en especial a Ana Simonetti que mostró toda su disponibilidad para que podamos estar hoy aquí trabajando juntos.

También quería decir, y justamente porque estas son las IX Jornadas Nacionales de Carteles de la EOL, y aquí en Córdoba, que siendo la primera vez que hablo en público y dispuesto al trabajo luego del acontecimiento del domingo pasado, no voy a dejar pasar la oportunidad, entonces, y repito, justamente en una jornadas de carteles, de mencionar a Javier Aramburu, de mencionar la pérdida que su fallecimiento comporta para el psicoanálisis en el mundo, la pérdida de alguien que supo dar muestras claras de un deseo decidido, jugado en un rasgo, que difícilmente no se pueda reconocer como realmente distinto y puesto a favor del Campo Freudiano y de la Escuela, es decir del porvenir del psicoanálisis.

Bien ahora quiero decirles que tenía muchas ganas de estar aquí en Córdoba y aquí estoy con esas ganas.

Mientras pensaba sobre que producto propio escribir, en relación a uno de los cuatro carteles en los que trabajo, al que hay que sumar el cartel del pase, me surgió la pregunta sobre porqué trabajar en carteles, y tantos, al menos a veces me parece eso, cuando estoy cansado, después se me pasa, pero la pregunta se mantiene, porque, para qué. Entonces escribí este trabajo.

El Cartel como lazo

a) Un lazo social emerge:

El discurso analítico se soporta en su nudo con la Escuela. A partir de Jacques Lacan la experiencia de un psicoanálisis se muestra con más claridad como una experiencia que enlaza, que liga, justamente a partir de la ubicación de ese punto irreductible donde no se puede hacer Otro, y la otredad se hace radical. No hay relación sexual.

La Escuela, entonces, es una invitación a salir del autismo de a dos en que puede anclar un psicoanálisis. Por eso el deseo del analista fuerza a la Escuela, en el doble sentido que surge: el de hacer Escuela y en el sentido de no dejar que esta se acomode, que se estatice,

que se normativice en un estado natural de las cosas.

Para eso, ella, cuenta con dos dispositivos, el cartel y el pase, que en su estructura interior se verifican ligados al discurso analítico, y al mismo tiempo fuerzan a algo más que al saber alcanzado del inconsciente propio de cada cual; por que, más allá de saber todo sobre el laberinto del propio inconsciente, se demostrará, se encontrará con no -saberlo todo sobre el psicoanálisis mismo. Así la Escuela se añade al discurso analítico volviéndose inseparables.

En el seminario “RSI”, en la clase del 8-4-75, Lacan dice:

Ya he dicho, en fin, que, si un día he sido captado por el nudo borromeo, esto está completamente ligado a este orden de acontecimiento, o de advenimiento que se llama el discurso analítico y en tanto lo he definido como lazo social que emerge en nuestros días: ese discurso tiene un valor histórico a destacar.

Entonces, vemos como Lacan define al discurso analítico como lazo social, sin olvidar, insisto, que se soporta de su nudo con la Escuela.

Sigo con la cita:

Es cierto que mi voz es débil para sostenerlo, pero quizá sea tanto mejor, porque si ella fuera más fuerte, yo quizá tendría, en suma, menos posibilidades de subsistir, quiero decir que me parece difícil, por toda la historia, que los lazos sociales hasta aquí prevalentes no hagan callar toda voz hecha para sostener otro discurso emergente.

Es lo que siempre se ha visto hasta aquí, y no es porque no hay más inquisición que hay que creer que los lazos sociales que he de- finido: el discurso del amo, el discurso universitario, e incluso el discurso histérico-diabólico no ahogarían, si puedo decir, lo que yo podría tener de voz.

Es decir que no será la voz fuerte de Lacan, la que pueda sostener la posibilidad del discurso analítico, como lazo social, y su voz débil subsiste, pero tampoco alcanza. Es necesario otra cosa, más allá incluso de la genialidad de Freud y de Lacan, se necesita Escuela, es decir no estar solo en esa tarea, la de sostener la política del Psicoanálisis. La Escuela será, entonces, la garantía de la relación del analista a lo hétero, recordando que se puede estar solo entre muchos si lo homogéneo es el horizonte.

El trabajo con otros por lo cual se hace Escuela se asienta en sus dispositivos, que justamente implican la tensión de la heterogeneidad en el lazo.

Bienvenidos entonces, otros dispositivos que apunten a dicha heterogeneidad, y que como el cartel y el pase se muestren como dispositivos probados, o sea siempre puestos a prueba.

b) La función del cartel:

Una de las finalidades del cartel es sin dudas la producción de un saber que posibilite y garantice el avance del psicoanálisis, y Jacques-Alain Miller, en sus “Cinco variaciones de la elaboración provocada”, muestra como la articulación del discurso analítico con el discurso de la histérica encuentra una variante que se formaliza como la propia del trabajo de cartel.

No será discurso analítico porque no se busca extraer los significantes amo de cada quien. Para eso el análisis. No será solo discurso histérico porque si bien ahí, hay producción de saber, es necesario que cada cual no trabaje desde su falta en ser, por eso el agente provocador, el más uno, inserta el efecto sujeto en el cartel, pero no estará como sujeto, puesto que él mismo trabaja, por lo cual está causado por el objeto a, Esto da como resultado:

a ------------ $ ------------ S1

S2 (x) S2

Como se ve, en esta quinta variación discursiva, se puede leer más que la producción efectiva de saber.

En la clase siguiente a la antes citada del seminario “RSI”, encontramos la famosa frase en la que Lacan dice que hay que identificarse al grupo, para no estar para encerrar, y aclara que no dice a qué punto del grupo hay que identificarse.

Si seguimos el contexto en donde aparece la frase, vemos que esta afirmación de Lacan surge a partir de una pregunta con la cual intenta llamar la atención en la Escuela: un cartel, ¿para qué? Es decir que un cartel responde al hecho de estructura que implica que, en tanto nos agrupamos, hay identificación. Pero la distinta manera de ubicar el punto de esa identificación cambia todo el juego. Luego agrega: “El punto de partida de todo nudo social se constituye, dije, por la no relación sexual como agujero, no de a 2, al menos 3, y lo que yo quiero decir es que incluso si Uds. no son más que 3, eso hará 4”, y un poco más adelante dice: “De 3 consistencias nunca se sabe cuál es real, por eso es que es necesario que sean 4”.

El cartel entonces, ligado al discurso analítico, hace lazo, hace un colectivo, pero que intenta hacer otra cosa con lo irreductible del agujero que anuda todo grupo. Responde de una manera inédita al empuje identificatorio promoviendo un lazo diferente.

c) El rasgo propio:

La ubicación del rasgo propio en el cartel, separa del lazo que Freud distingue en “Psicología de las masas…”, en tanto ese rasgo rompe con el Ideal que intenta obturar la falta, y surge precisamente respecto del agujero en el saber del Otro.

Hacer emerger ese rasgo propio es lo esperable de un análisis. Pero, en un cartel, se lo ubica y se lo pone al trabajo. Poder trabajar a partir de sus insignias en el cartel implica no hacerlo a partir de su falta en ser. Si bien un sujeto, a partir de su análisis, puede tener ubicadas sus insignias, o incluso su relación al rasgo propio de goce (que si bien se relacionan no son exactamente lo mismo), hay que tener en cuenta que en el cartel como dispositivo base de la Escuela, pueden trabajar personas que recién comienzan un análisis, o incluso que apenas comienzan a acercarse al Psicoanálisis, o bien no analistas, tal como lo esperaba Lacan; por lo cual será función del más uno poder hacer que cada miembro del cartel obtenga, localice, su propio rasgo (que obviamente se diferencia de aquel que se obtiene como producto de un análisis). Se ve así el relieve que toma la función más uno en el cartel.

Por lo tanto, esta lógica colectiva, se sostiene, no de la masa identificada entre sí, sino de la puesta en juego de los rasgos diferenciales que instituyen un equipo. Este avanza en la medida en que cada cual trabaje, aporte, desde su rasgo. Luego el producto será el saber. Producto propio de cada uno surgido de un colectivo.

Pero entonces de un cartel no solo se obtiene su producto, sino el trayecto que lleva a ese producto, el medio por el cual se obtiene ese producto, y este trayecto es de lazo, (transferencia de trabajo) y no de cualquier lazo como dije antes.

De acuerdo al trayecto, incluso, el producto no será el mismo, puesto que sino daría igual hacer cartel que grupo de estudio. Es el trayecto mismo, como nos lo recordaba hace poco Éric Laurent, por la estepa siberiana, lo que permite que Lacan sea captado por el litoral. El medio, el modo de trayecto, por otra parte, implica también una diferencia respecto del lazo en tanto estar ahí por el rasgo propio supone un lazo basado en la heterogenidad, lo cual comporta para cada quien la pérdida (de goce) del Ideal sostenido en lo homogéneo.

El cartel entonces, permite una multiplicidad que no tiene su raíz solo en lo cuantitativo, sino en la multiplicidad de rasgos. Será el trabajo con otros, en su carácter de héteros el que le imprime su sello al cartel, y no su valor cuantificable.

d) El cartel como nudo de la ciencia-clínica-política.

Siendo el cartel órgano base de la Escuela no solo se entrama como lazo social en continuidad al discurso analítico, sino que ahí mismo podemos encontrar el nudo propio de la Escuela. Es decir, la relación entre clínica-política y episteme.

El cartel de trabajo no es un dispositivo de verificación respecto de ese nudo, como sí lo es el pase en relación a lo que pueda transmitir un pasante. Pero el cartel puede funcionar como un dispositivo en el que ese nudo es tratado, en tanto por ejemplo se puede constituir como el lugar en donde se hace un tratamiento a la demanda de hacer grupo, ligada al ideal; a la demanda de institucionalizarse que, por estructura, surge en todo colectivo.

El dispositivo del cartel es, entonces, una respuesta posible a esa demanda, y en el trayecto mismo de elaboración provocada, se constituye como un lazo de otro orden, puesto que su respuesta no elude el agujero de la no relación sexual que habita en el interior de dicho nudo.

Esta posible respuesta tendrá una incidencia en cada cartelizante (que será clínica, finalmente, en la medida que se la retome en análisis), puesto que ha tenido que consentir a trabajar a partir de su rasgo (ubicado por él o bien por el más uno).Esto es un atentado contra su narcisismo a favor de un trabajo colectivo con un producto propio de cada quien, producto que estará ligado, en primer término, al avance del saber del psicoanálisis, lo cual no es lo mismo que orientar la cuestión al avance del saber de cada cual (grupo de estudio) lo cual si es alcanzado en un cartel siempre lo es secundariamente.

Esta cuestión, a su vez, es íntima respecto de la política del psicoanálisis, en tanto, en la Escuela, la prioridad es el Psicoanálisis por sobre los analistas, o como escribe Javier Aramburu “los psicoanalistas somos responsable por el psicoanálisis, esa es nuestra política”. De este modo, el saber que se produce en un cartel podrá llegado el caso, echar luz sobre un punto antes oscuro en la teoría, pero también sobre un punto que quizá, el estado de cosas dentro de la comunidad no permite que sea ubicado; es en ese sentido que se producirá un avance del saber del Psicoanálisis. Entonces la producción de saber en el cartel no tiene solo fines científicos, en tanto que un saber de ahí extraído puede abrir una posibilidad, un punto de tensión, que el estado dominante de las cosas obtura. Esto constituye una incidencia política, que estaba sopesada en la “Proposición del 9 de octubre del 1967”, ahí donde Lacan hablando de la diferencia entre gradus y jerarquías, dice que "en una Sociedad (a diferencia de la Escuela) no se la necesita para nada, cuando una sociedad solo tiene intereses científicos".

De este modo se ve que el cartel como dispositivo- órgano base de la Escuela no constituye un colectivo que permite una organización entre analistas ligados solamente a la cuestión de cómo se realiza la transmisibilidad de un saber, sino que el dispositivo mismo es respuesta al problema sobre las posibilidades de comunidad, obtiene un saber que orienta políticamente, y tiene relación de incidencia respecto de la clínica.

Dos cuestiones más.

Primero. En el extremo podemos decir que el cartel siempre funciona, porque él orada, porque muestra los puntos de tropiezo, porque tiene que dar razones aún de su fracaso y de eso también se extrae un saber y una experiencia de lazo.

Segundo. El cartel también podría transformarse en el "estado de las cosas" por eso Lacan prevé su disolución después del trabajo obtenido, como mucho dos años, para luego volver a buscar la heterogeneidad con otros y poder aportar cada cual su rasgo para que exista un porvenir del psicoanálisis.

Publicado en: Acerca del Sujeto Supuesto Saber. Buenos Aires. EOL-Paidós. Mayo 2000.

BIBLIOGRAFÍA