4 Más uno

NUEVA SERIE #4

¿Qué le aporta el cartel a la formación del analista?

Débora Rabinovich

El título bajo el cual nos invitaron a hablar, lleva la forma de una pregunta. Es decir, parte de una afirmación y, al mismo tiempo, pide una precisión.

Sin embargo, para poder sumergirme en esta precisión, me vi llevada a reflexionar sobre qué es la formación del analista.

Diría que hablar de formación del analista implica en cierto modo una contradicción.

Sucede con esta idea algo así como con la palabra inconsciente.

Ambas, señalado por Lacan y por Miller, no circunscriben bien aquello que intentan nombrar.

Sin embargo, las usamos, y mucho. ¿Cuál es el inconveniente con el giro "formación del analista", a pesar de que nos valemos de él tan a menudo?

Lacan, al tiempo que lo utiliza, señala casi irónicamente que las únicas formaciones que cuentan son las del inconsciente.

En una conferencia que dio en Valencia, durante el año 2001, Miller aborda de un modo clarísimo este tema. Dice: "Hablar de formación del analista es algo que no encaja entre nuestras referencias básicas"[1].

Tal como nos tiene acostumbrados, lo explica. Lo retomo ahora con mis palabras.

Dentro del significante formación leemos forma. Y la forma, en tanto tal, es del orden de lo imaginario.

Entonces, si el proceso de formación apuntase a alcanzar una forma, estaríamos probablemente en vías de querer alcanzar una forma predeterminada. Nada más alejado de adónde apunta la dirección de la cura en un análisis lacaniano. Devenir analista, implica entre otras cosas, sin dudas, un proceso de desidentificación y no de identificación.

Si dejamos de lado la dificultad de esta expresión y nos centramos en lo que busca cernir es fundamental destacar que Lacan tenía un alto grado de exigencia respecto a aquello que esperaba en cuanto a doctrina para los analistas de su Escuela.

Lo transmitió de diferentes modos a la largo de su enseñanza. Esperaba analistas sabios, cultos, estudiosos. Analistas con conocimientos en literatura, retórica, filosofía, matemáticas, lingüística.

No sigo, la lista es larga.

Asimismo, esperaba analistas a la altura del horizonte de su época.

Y por supuesto, también, analistas que supieran psicoanálisis. Lacan manifestó más de una vez su descontento por no ser leído con dedicación.

Al mismo tiempo, y en la misma dirección que Freud cuando hablaba de la tabula rasa a la hora de recibir un paciente, Lacan resalta lo fundamental que es saber ignorar lo que se sabe para poder escuchar justamente lo que no tiene precedentes de cada analizante.

Vuelvo a Miller en este mismo artículo. Transmite en esas páginas el modo en que Lacan pensaba la formación del analista.

Les leo: "La formación debería tomar el sendero de la inmersión". Lo explica con la siguiente metáfora: "una formación en la que se sumergiera al sujeto en un ámbito de saber, que le invitara a nadar, a inventar su propio camino en un ámbito epistémico" [2].

Sin dudas, y por suerte, los mares y los ríos a recorrer son inmensos, no tienen límites.

La cura tiene un final. El análisis es finito. En la AMP disponemos del dispositivo del pase, que apunta entre otras cosas a dar cuenta de esa finalización.

En cambio, en lo que toca a la formación del analista del lado epistémico, eso, no tiene conclusión.

Esta semana, una niña analizante al ver el espeso volumen de los Escritos sobre mi mesa de trabajo me preguntó: ¿leíste todo eso?

Lo leo y lo releo.

Antes de pasar a la segunda parte de esta intervención, y con ánimos de introducirla, voy a tomar el último artículo del libro publicado de Miller ¿Cómo terminan los análisis? Trata ahí sobre los efectos de formación.

Enfatiza una vez más en estas páginas que no hay un automatismo de la formación analítica, que no hay un sendero predeterminado.

Lo que plantea como novedad para mí, es la incitación a reflexionar también sobre los lugares en dónde se efectúa la formación.

Entonces, ¡ahora sí, el cartel!

Los lugares de formación son numerosos. Cada uno va armando sus propios recorridos.

En efecto, el cartel no es el único lugar.

Pero que mejor día que hoy para subrayar que si bien hay múltiples y válidos lugares, el cartel es el privilegiado, o al menos así lo esperaba Lacan.

Lo repito: "órgano de base de la Escuela".

Abordo ahora más precisamente la pregunta que nos reúne en esta mesa.

Como lo señalé al comenzar, el punto de partida de esta secuencia es una afirmación.

La mesa no se titula ¿El cartel le aporta algo a la formación del analista? Sino: ¿Qué le aporta el cartel a la formación del analista?

Armé una lista con seis ítems, para destacar, desde mi punto de vista, qué le aporta el cartel a la formación del analista.

Por supuesto no se trata de una lista exhaustiva y no sé si será compartida por todos.
Es la mía… hasta ahora.

Digo hasta ahora, hasta este momento en que estoy preparando mi intervención, es decir antes de escuchar y dialogar aquí con ustedes.

A la formación del analista, el cartel:

1- Le aporta su lazo con la Escuela.

Seamos miembros o no, seamos parte de los cuatro o seamos el más-uno, lo que siempre se sostiene es la inscripción en la Escuela. Declarar el cartel a la Escuela implica inscribir y sostener un compromiso de trabajo.

2- Le aporta una enorme riqueza en la transferencia.

La transferencia con la Escuela, que es el punto 1. Pero también, en el ámbito de aquellos cuatro, que por alguna transferencia en la que se produce una intersección, eligen a la más-una persona, que los anudará durante el lapso del trabajo a realizar, uno o dos años.

3- Le aporta nuevos caminos porque al encarar un tema de la mano de otros, hace que alguna evidencia deje de serlo y que algún punto oscuro se alumbre.

También ocurre que al leer a Lacan una referencia implícita, gracias a algún miembro del cartel pasa a ser explícita y la podemos estudiar.

El cartel es en efecto, un espacio privilegiado para profundizar nuestras lecturas.

4- Le aporta al analista una experiencia fundamental ya que ofrece un modo continuo, en dónde podemos exponer casos, nuestra lectura de un tema, de un párrafo, el estado de una investigación, o tan solo las primeras aproximaciones a tal o cual problemática.

Funciona entonces como un empuje a que nos expliquemos, argumentemos, y de la forma más clara y lógica posible.

Nos enseña entonces a prestarnos a la conversación razonada, a la dialéctica con los otros.

5- Le aporta al analista seriedad y consistencia, porque los productos del cartel, son escritos que han pasado por la crítica de ese pequeño grupo: control interno. Y, por lo tanto, mejor preparados para el control externo[3].

6- Sin dudas, el cartel nos deja menos solos con nuestras preguntas, descubrimientos, dudas, en fin, nuestras elucubraciones de lectura, y también, por supuesto, con nuestros productos de escritura.

Es decididamente el modo privilegiado de ayudarnos a no delirar demasiado cada uno en su rincón.

NOTAS

  1. Miller, J.-A. (2001) "El desbroce de la formación analítica", Introducción a la clínica psicoanalítica. Conferencias en España. Madrid, Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, Gredos, 2006, p. 530.
  2. Ibid, p. 538.
  3. Lacan, J. (1964) "Acto de fundación", Otros escritos. Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 247.