4 Más uno

NUEVA SERIE #4

El cartel del pase es un cartel que no es como los demás

Oscar Zack

Un poco de historia: El 23 de mayo de 1995, en el Congreso de la EOL se votaron los dos primeros carteles del pase.

La elección surgió de una lista conformada por la totalidad de los AME, de los cuales se elegirían seis, y dos AP de una lista de auto-propuestos. Cada cartel elegiría luego al más-uno.

También se votó la función del éxtimo.

En esa oportunidad tuve la alegría y el honor de haber sido uno de los elegidos, en esa época en mi carácter de AP.

La carta de la Escuela en movimiento, publicación de la Escuela por ese entonces, en su número 44 de junio de 1995 anunciaba: "EL PASE EN LA EOL ES COSA HECHA".

Allí se publicó una carta de Jacques-Alain Miller dirigida al Congreso, de la cual quiero recordar algunos de sus párrafos: "El conjunto formado por el cartel y el éxtimo constituyen la Comisión del pase, que es la única habilitada para pronunciar la nominación de AE. […] el pase en la EOL, deberá dejar de ser la puesta en juego de un debate público, para transformarse en lo que es esencialmente: una experiencia delicada, discreta e incluso confidencial, distante de otros mecanismos institucionales; una isla en la Escuela, rodeada por un mar de silencio".

Momento histórico que instituía un punto de inflexión en la historia del psicoanálisis de la orientación lacaniana en Argentina.

Un cartel en banda de Moebius

Con el dispositivo del Cartel Lacan promueve una subversión, por un lado en lo que hace a la asociación de los analistas en relación a la enseñanza y la transmisión, despejando la ilusión que el saber se transmite de sujeto a sujeto, y por otro lado lo subvertido es la tradición analítica respecto a la nominación del psicoanalista.

Estas dos caras del cartel, que en algún lugar confluyen, es la respuesta lacaniana a la psicología de las masas que toda asociación promueve.

¿Por qué? Porque en el cartel se sostienen las diferencias y se anulan las jerarquías. Son cuatro que se eligen y estos eligen al más-uno.

La inclusión en el cartel exige el consentimiento a un trabajo que se inscribe bajo el nombre propio de cada cartelizante. En él se hace la experiencia de la articulación entre el cálculo colectivo y la producción individual para generar un efecto de formación en su perspectiva epistémica, empero no universitaria.

Cada cartelizante se autoriza a transitar, en su trabajo epistémico, un camino particular conforme a su deseo.

Dicho esto cabe recordar que la conformación de los carteles del pase no responde a la misma lógica ya que la misma se adecua al reglamento del pase efectivo en cada momento histórico.

Ya no son cuatro que se eligen sino que estos son elegidos a través del mecanismo institucional vigente. Una vez conformados, sus miembros tienen la potestad de elegir al Más-uno.

He aquí las diferencias y semejanzas con el cartel órgano de base.

Un saldo de saber

Mi participación en los primeros carteles del pase de la EOL fue una experiencia que me ha dejado diversas enseñanzas que sin lugar a dudas fueron generando marcas imborrables.

Entre ellas pude constatar cómo el mismo se constituye en un mirador privilegiado para explorar e investigar las diferentes vicisitudes de la experiencia de los análisis y fundamentalmente la lógica en que se fundamenta la finalización de los mismos.

Así pude captar, de manera vívida, la articulación entre las coordenadas conceptuales y su realización en la práctica. En la medida en que poníamos en reserva el saber adquirido, pudimos aprender de los testimonios transmitidos por el pasador, la diferencia fundamental entre los finales efectivos de un análisis y los finales ideales. Brújula fundamental para orientar la dirección de la cura.
Fue en el cartel H (del que formé parte junto a Jorge Chamorro, Susana Toté, Juan Carlos Indart y Luis Erneta, como más-uno) que la contingencia hizo que emergieran de allí las primeras dos nominaciones de Analistas de la Escuela, A.E..

Cabe recordar la relevancia que tuvo para mí el trabajo realizado con los éxtimos, en particular con J.-A. Miller, quienes desde la función que el dispositivo les asignaba tuvieron la virtud de ubicarse como uno más en el trabajo de elaboración, produciéndose así las coordenadas que hicieron que las decisiones y los juicios emergieran como una consecuencia lógica de la trama de los dichos de los integrantes del cartel.

Fue, sin dudas, una rigurosa elaboración colectiva.

Muchos fueron los efectos de formación y las enseñanzas que obtuve en los dos años de participación en el cartel, ya que en él pude captar cómo el psicoanálisis de la orientación lacaniana encuentra, entre otros, un fundamento epistémico que sostiene la práctica. Y lo encuentra precisamente en la relevancia que tienen en el análisis "los divinos detalles" que emanan del discurso del analizante. En esta perspectiva se pudo captar la diferencia del estatuto mítico de la metamorfosis del sujeto (la resolución del o de los síntomas, el destino del mismo e incluso del trabajo acerca del fantasma) del componente racional de dicha metamorfosis.