4 Más uno

NUEVA SERIE #1

El cartel: un lugar, en el borde [1]

Beatriz Udenio

Vecindades

Participo de cuatro carteles. Me referiré a tres de ellos.[2]

Uno, con cinco colegas de la sede La Habana de la NEL, interesados por investigar sobre aquello con lo que operamos en la experiencia analítica. Es un cartel inscripto en la NEL.[3]

Otro, sobre la articulación entre el humor y la poesía, como modos de abordar el des-ser y sus consecuencias, al final del análisis, con tres colegas y una licenciada en Letras.[4]

El tercero, conformado por el Comité de iniciativas del CIEN –instancia que forma parte del departamento de investigaciones del ICdeBA, es decir, del Instituto– y que inscribe su trabajo de política y gestión como cartel.[5]

Notarán que, en la estructura de su composición e inscripción, los tres sostienen superficies de intersección, de borde, constituyendo nuevas vecindades.

Conviene que sitúe brevemente estas nociones.

La noción de vecindad (o entorno) es uno de los conceptos básicos de la topología, y se refiere a los espacios topológicos, que no tienen que ver con distancias medidas convencionalmente (longitud, metraje, etcétera), definiendo tipos de proximidades que se explican de otro modo. De ello, me detengo en los bordes.

El borde como lugar

Destaco la estructura de borde –a la que Lacan hace especial referencia en su Seminario 11 al hablar de la estructura pulsátil del Inconsciente–[6] por varias razones: porque permite leer la doctrina psicoanalítica con ello como instrumento; porque orienta de modo esencial la práctica analítica; porque nutre y se infiltra en el modo en puede sostenerse la enseñanza en tanto transmisión, y porque, en mi paso por el análisis, se me impuso “a su manera” peculiar, esculpiendo “mi” cuerpo hablante, demostrando su estructura gracias a la experiencia que recorrí en tanto analizante.

Para todo ello, me sirvo de la referencia a la banda de Moebius allí donde se trata de una superficie de una sola cara. Eso implica que, de la mano de la topología, admitimos que las superficies pueden atravesarse de tal modo que el interior comunica con el exterior. Pero ello es posible gracias a un elemento clave en la doctrina lacaniana: ese objeto causa de deseo, pieza faltante, el a. Veamos qué podemos colegir de ello en relación con el cartel.

El borde, acompaña como les decía los tres carteles de los que les hablé.

Uno, con miembros residentes en la Habana, una sede de la NEL, ni tan cerca, ni tan lejos –y recuerden que no hablamos de geografía ni de medidas–. Por su constitución y la temática que ha elegido, la alteridad se pone en juego, bajo la forma en que conocemos esta alteridad en el dispositivo analítico: el objeto a, lo que queda como resto –extranjero– de la operación significante, causa del deseo que sostiene un agujero en el saber que hace posible la experiencia. Entendamos por “experiencia” la analítica, pero también la experiencia en el Cartel. (Varios artículos publicados en la Revista Más uno, versión impresa y versión digital, se han abocado a explorar esta vertiente).

También involucra al cartel del Comité de iniciativas del CIEN, porque cumple con la idea que Eric Laurent describiera muy bien en el año 1994, en una entrevista que dio a El Caldero de la Escuela N° 22,[7] al hablar de la intersección entre Escuela e Instituto, como modo de descompletarse mutuamente, protegiendo un vacío central.

Y a aquel en el que trabajamos el des-ser, porque alberga en su despliegue la tensión que el borde imprime a estos propósitos: buscando los caminos para decir que es necesario “abismarse” –como indica una de las cartelizantes– hasta el advenimiento de una posición en la cual el deseo se sostiene en eso casi inverosímil que llamamos des-ser.

El cartel como lugar y borde

Pienso el cartel como un lugar, que siendo de borde lo coloca en un punto privilegiado para posibilitar la Escuela, manteniendo su no consistencia. Una buena manera de concebir por qué Lacan le dio ese lugar destacado como “órgano de base”.Que de paso deshace cualquier geometría verticalista donde se empieza por los cimientos para escalar hacia algún lado.

Por qué no pensar que la base de una Escuela participa de un lugar que es interior y a la vez externo a la misma, es decir, éxtimo.

Por eso, la topología. Sirve al sujeto y sirve a la Escuela como sujeto.

Así, tenemos por un lado la concepción del cartel como un grupo sin jefe –idea tomada por Lacan de Bion, desplegada en los Otros escritos en “La psiquiatría inglesa y la guerra”, de 1946 y el comentario de Éric Laurent en su excelente artículo “Lo real y el grupo”,[8]y[9] que permite tratar el malestar provocado por la identificación con el amo e identificarse de un modo que no sea a la masa. A su lado, podemos colocar la estructura de borde, complementando lo que Lacan necesita postular para el lugar del cartel en lo institucional. También para estas perspectivas se hallan muy interesantes artículos en Más uno impresa y digital.

El órgano y la trinchera

Me gustaría jugar con varias perspectivas sobre lo que podemos pensar sobre este llamado “órgano”, pero para esta presentación tomo una.

El drama del cuerpo hablante implica no poder apropiarse completamente ni del cuerpo ni del logos. Ningún órgano nos es propio. Lacan intentó enseñarnos por qué era conveniente captar lo que esto implica. Entre otros, desbanca la idea de adentro-afuera, de completitud, de consistencia, de propiedad. NO Hay. Y demostró las argucias neuróticas con las que velamos eso tan real: identificaciones, fantasma, ficciones, idealizaciones. El sentimiento de pertenecer participa también de ello. Pertenecer a tal o cual lugar, situación, barrio, clase, élite, o también, lugar de desecho, descuido, menosprecio. La cuestión es pertenecer. El Cartel es un modo de tratar este asunto cuidando en su centro ese NO Hay.

Y pienso al Cartel como una trinchera que no deberíamos abandonar. No hay allí “los de adentro” o “los de afuera”. Una trinchera pensada como borde, moebiano, que conserve los fines de dicha institución, con su agujero central. Dice el diccionario que “trinchera” admite un sentido simbólico, que indica estado de confrontación y lucha. Si hablamos de combate, será para que en la institución no se cierre la hiancia protegida por la estructura de borde.

Pertenecer, tener, son concepciones que por otra parte nuestro mundo contemporáneo nos inyecta, infiltrándonos como un chip bajo la piel, para que el mercado cumpla sus objetivos.

El discurso del psicoanálisis promueve otra cosa. El cartel como “órgano de base” cumpliendo un valor eminente en esa trinchera.

Por ende, me atrevo a decir que una escuela merece tal nombre si tiene carteles funcionando en la misma. El cartel “hace” la Escuela.

NOTAS

  1. Este trabajo fue presentado en una Noche de Carteles en la sede de la EOL en 2016, con la coordinación de Carlos Rossi.
  2. El cuarto cartel es el Cartel del Pase H9 (2017-2019). Me referiré a este en trabajos posteriores.
  3. Cartel NEL La Habana. “Cómo operar en la experiencia analítica”. Integrantes: Mayra Alonso, Maritza Bernia, Gabriel George, Dennis Ramírez, Mariela Rodríguez. Más uno Beatriz Udenio.
  4. Cartel “Hacia el des-ser: humor, poesía y cuentos de hadas”. Integrantes: Sara Lía Chiavaro, María José Iglesias, Edurne Recalde, Eugenia Straccali. Más uno Beatriz Udenio.
  5. Cartel Comité de iniciativas del CIEN: Apuntes para una lógica colectiva. Integrantes: Melina Caniggia, Marita Manzotti, Elena Nicoletti, Daniela Teggi, Beatriz Udenio, Hernán Vilar (Más-uno).
  6. Lacan, J., El seminario, libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires. Paidós.
  7. Entrevista realizada a Éric Laurent para El Caldero de la Escuela Nº 21. Buenos Aires. 1994.
  8. Lacan, J., La psiquiatría inglesa y la guerra. Otros escritos. Buenos Aires. Paidós. 2012.
  9. Laurent, É., Lo real y el grupo. Cuatro + uno edición digital #4. Buenos Aires. 2013.