4 Más uno

NUEVA SERIE #1

Lo propio/impropio

Viviana Mozzi

En principio me es muy grato compartir esta mesa de hoy –con la propuesta de que sea más bien una conversación, lo intentaremos, lo que indica que no será una noche conclusiva–. Esta sería la primera noche preparatoria hacia las XXIX Jornadas de Carteles, que se realizarían en Córdoba.

Si bien, como saben, se ha decidido suspenderlas, también saben que estamos en vías de inventar algo, al modo de una invención colectiva junto con los colegas de Córdoba, que, si bien nunca podrían ser sustituidas las Jornadas en presencia, la intensión es sostener los lazos que se arman alrededor de este dispositivo que todos sabemos que es uno de los órganos de base de la Escuela; del que ya tenemos su anticipo en lo que proponía Lacan en el “Acta de fundación de la Escuela”, en el 64 –en el momento de lo que él llamó su excomunión–: “adoptar el principio de una elaboración sostenida en pequeños grupos”, anticipo del cartel.

Pues entonces, en relación con lo que iremos inventando para sostener ese espacio, los vamos a ir manteniendo al tanto.

Bien. El título de la mesa que nos reúne hoy –“No hay cartel sin rasgón”– me llevó en principio a ir a buscar esta palabra que había olvidado, y que me recordó Beatriz, que Miller la utiliza en el primer capítulo de su curso El lugar y el lazo.

Allí Miller utiliza el término accroc, traducido como rasgón, para señalar la posición que lo guía para dar clase. Dice que debe producirse un desgarro en el saber; “debe haber allí un desgarro producido por algo que engancha”.

Entonces, parte de un rasgón como único modo de enseñanza en psicoanálisis, y juega con lo que “engancha”, a partir de una homofonía en francés, ya que accroc es homofónico con accro, que indica enganchado en el sentido del adicto enganchado a las drogas. Él dice de sí mismo, que es un adicto a Lacan.

Podríamos hacer, entonces, una analogía con la posición que conviene al más Uno en el Cartel en relación con partir de un rasgón –y por cierto también vale para todos los integrantes–, pero sabemos que el más Uno, si bien es uno más, podemos preguntar ¿en qué es también uno en menos? Pues no lo es en el sentido de la falta sino en su posición de descompletar.

Como los demás, está en posición de sujeto, pero no en relación con la falta en ser.

Los miembros, –dice Miller en “Cinco variaciones sobre el tema de «La elaboración provocada»”–, trabajan a partir de sus insignias y no de su falta en ser.

Tiene más bien la lógica de Bourbaki –teniendo en cuenta la diferencia en la producción final, que en el caso de los matemáticos es grupal–, sin embargo, la lógica Bourbaki tiene el espíritu del cartel, ya que sostiene que: “está el que lo dijo, el que lo hizo decir y el que se dio cuenta de que era importante”, y de esa elaboración sostenida de anonimatos, surgen los trabajos a nombre propio y la puesta en discusión del producto a la comunidad analítica. Elaboración, que, si el trayecto ha sido recorrido de la “buena manera”, tendrá como consecuencia efectos de formación.

¿Y qué es de la “buena manera”?

Comenzaría con situar la insignia, que es lo que me orientó para pensar algo de lo que el título de la noche propone.

Insignia pensada –tal como lo trabaja Laurent en Las paradojas de la identificación–, como dos modos de la marca: en tanto rasgo y en tanto huella; y que se puede pensar con Freud desde “El proyecto…”, en tanto se fija un rasgo, 1, y una satisfacción, 1 (1 + a) en términos lacanianos, que se repetirá y se repetirá, “ya que la experiencia de nominación de goce falla siempre” (ÉL, Síntoma y nominación).

Cada uno entra entonces a un cartel con su insignia, y si funciona, es decir concluye sus dos años y provoca la producción, es posible que cada uno haya podido colocarse allí al trabajo desde sus propias marcas.

Una frase de un trabajo de Luis Tudanca, que salió por Lacan XXI, me pareció clara al respecto. Él dice que “el cartel posibilita, si uno lo aprovecha, un índice del tratamiento que cada uno ha podido dar a su impropio”. Me remitió a lo impropio como el punto unheimlich. Sabemos que lo Unheimlich indica lo siniestro, lo ajeno, lo impropio, pero también sitúa su reverso, lo más propio de cada uno.

¿Un ejemplo de esto?

Seguramente entre los testimonios se pueden encontrar los rasgos por los que los AE se han ido formando en lo singular, en tanto el rasgo en los carteles no es sin lo impropio. Tenemos un ejemplo precioso y reciente, en el pequeño testimonio que Victoria Horne Reinoso, dio allí mismo en Córdoba a finales del año pasado –cuando aún era posible juntarnos–, situando el “murmullo” que aísla al final de su análisis, y los primeros rasgos que eligió para trabajar en los primeros carteles en relación con la psicosis ordinaria, y su gusto por el desciframiento de los signos ínfimos del otro.

¿Qué sería, entonces, hacer la experiencia del cartel?

En lo que vengo conversando el lineamiento es demostrar que el cartel es una experiencia, y pensarlo también de lo particular a lo singular.

La experiencia de cartel en tanto elaboración colectiva tiene efectos de formación y, por otro lado, al ser un dispositivo que se inscribe en el lazo a la Escuela que no es discurso universitario, no es posible hacer el trayecto sin poner en juego lo impropio en el estatuto de lo singular.